22 febrero 2017

A comienzos del siglo XX las tumbas estaban sufriendo importantes saqueos por parte de los habitantes de Qurna, para vender a los turistas occidentales piezas originales. Incluso se arrancaban trozos de las paredes, sobre todo caritas o detalles atractivos que pudieran quedar bien en los salones de la nobleza y alta burguesía europea y americana. Por Luxor pasó una neoyorquina en su luna de miel durante el invierno de 1904, y se llevó de vuelta un trozo de la tumba de Hery, la carita de una de sus hermanas, llamada Mesu. En los años setenta, ya anciana la señora, donó su pequeña colección al Museo Metropolitan de Nueva York. Y Mesu quedó entonces expuesta en una vitrina de una sala secundaria del museo, habiendo perdido su identidad y origen. Hasta que en 2007, por azar, como casi todos los descubrimientos, fue reconocida.

El Metropolitan ha tenido la gentileza de regalarnos una réplica idéntica, que ahora colocamos en su sitio en la pared, en presencia de la directora y de algunos miembros del departamento de Egipto Antiguo. Gracias, en nombre de Mesu, de Hery y de toda su familia. Diana, Catharine y Janice son buenas amigas desde hace años, y solemos coincidir en Luxor, pues ellos excavan el palacio de Amenhotep III, en Malqata.

Hoy ya no ha habido excavación, y hemos pasado el día procesando materiales atrasados, inventariando, haciendo dibujos y tomando las últimas notas. Por otro lado, la actividad en el nuevo cerramiento de la fachada de la tumba de Djehuty a seguido con un ritmo frenético. Mañana tiene que estar todo listo para hacer las fotos finales. Si el exterior ha quedado fenomenal, ahora que hemos retirado la protección de los relieves el interior se ve espectacular, y no es porque lo diga yo.