Los paneles solares funcionan. No sólo están ya instalados sobre la tumba de Djehuty, sino que, además, funcionan. Hasta el último momento nunca se sabe. Tenemos todavía que ajustar algunos detalles de las líneas eléctricas para que no interfieran unas con otras, para que cuando Nacho y el soldador pongan en marcha la máquina de soldar no parpadeen las luces de las tumbas. También tenemos que reubicar las cajas que tienen los fusibles y los interruptores, para que queden accesibles por si ocurre algo cuando no estemos nosotros. Pero bueno, son pequeños detalles que en los días que nos quedan podremos solucionar sin excesivos problemas. La verdad es que es una satisfacción enorme que sean las tumbas de Djehuty y Hery las primeras en iluminarse con luz solar.
Por lo demás, la actividad en el yacimiento sigue como si tal cosa. La excavación continúa, eso sí a ritmo algo más pausado, pero porque estamos ya en un nivel que requiere más atención y, por tanto, conviene ir más despacio. Hoy ha sido el último día de Salima y, como es común en ella, en una mañana ha hecho media docena de cosas diferentes: redactar conmigo el texto de los paneles informativos para cuando se abran las tumbas al público, buscar con Cisco la entrada a la gran tumba de ibis y halcones que vieron Spiegelberg y Newberry hace unos 125 años, y excavar con Angie la momia del perro que descubrimos hace unos días. Resulta que el perro es una perra, de pequeño tamaño y pelo amarillento. Ya estaba mayor cuando murió, pues había perdido algún diente. Alguien la tenía un cariño especial, pues además de estar envuelta en lino, tenía un collar de fayenza al cuello alternando cuentas azules de dos tonalidades distintas. Se ve que esta campaña está marcada por los perros.