Uno de los temas de investigación de esta campaña ha sido el análisis de los testimonios de lluvias entre el 2000 y el 1500 a. C. que se conservan en el perfil del corte del terreno que rodea al jardín en el patio de entrada a las tumbas de comienzos de la dinastía XII. Pues como un juego del destino, los últimos días el tiempo nos ha estado volviendo locos. Amenazaba lluvia, cubríamos el jardín con plásticos sobre una estructura metálica, y luego no caía ni una gota. Retirábamos la estructura y comenzaba a llover. La volvíamos a poner y dejaba de llover. Así un día tras otro. Y hoy ya ha sido el colmo, ha chispeado y parado como unas cinco veces, para nuestra desesperación. El tema ha sido todavía más “dramático” porque habíamos alquilado para hoy el servicio del camión-grúa que se encarga de cambiar las bombillas de las farolas, para sacar fotos casi fotos “aéreas” del yacimiento, sobre todo de la zona del jardín. Al final hemos tenido suerte y el tiempo se ha estabilizado a partir de las doce y hemos podido tomar buenas fotografías desde una perspectiva fenomenal. Además, como había chispeado, el terreno estaba ligeramente más oscuro, la caliza del terreno no deslumbraba y las estructuras y el relieve se veían más realzados.
La grúa, ni que decir tiene, era todo un poema. Los estabilizadores que anclan el camión al terreno para subir la caja con seguridad no funcionaban, así que, en lugar de bajar los anclajes, colocamos una pila de piedras hasta ellos. El suelo de la caja era como de cartón y los mandos para alzarla estaban roñosos a más no poder, por lo que no sorprendió cuando el sistema hidráulico se bloqueó arriba y la caja no podía descender. El técnico que manipulaba el movimiento de la caja, para no desentonar, debía tener la misma edad que la grúa en cuestión. Pero al final, como pasa siempre en Egipto, todo acabó saliendo fenomenal y pudimos tomar una fotos estupendas.
El día había empezado movidito, porque en el sector de Angie salió un ostracon de piedra caliza muy curioso, con un dibujo con varias figuras realizando distintas actividades. Y al poco tiempo, en la zona de David, salió a la luz la caja del ataúd tipo rishi de un niño pequeño. Se encontraba justo debajo de un nivel de arena fina compactada consecuencia de un gran charco, y a poco centímetros el corte del terreno delante del jardín. La caja está llena de arena y la excavaremos mañana.
Hace mucho que no hablamos de la restauración. Suni y su equipo de restauradores egipcios están dejando inmaculada la fachada de la tumba de Djehuty, y han sacado tiempo para ir consolidando el suelo del pasillo central que tenía bastantes grietas que requerían ser rellenadas con mortero. En la vecina tumba de Hery, Miguel Ángel y Rifai le han dado un gran empujón a las paredes, rellenando los grandes huecos y devolviéndole a la tumba la dignidad que un día tuvo, consiguiendo, además, que las escenas fragmentadas recobren la unidad y puedan visualizarse y entenderse mejor. Pía, por su parte, habiendo terminado de recomponer uno de los cartonajes, ha estado agrupando y limpiando los numerosos shabtis que Carlos fue encontrando en la excavación de la gran tumba asociada al jardín y que fue reutilizada por varios individuos de la dinastía XXII.