20 febrero 2003

Trabajo de campo

La canción del final

Todo lo bueno termina. La verdad es que la mañana ha estado tan llena de actividad que no ha habido tiempo de pensar que era la última. La excavación hace días que terminó, pero proteger todo lo quedaba al descubierto se ha convertido en nuestra prioridad en estas últimas jornadas de trabajo.

Carlos y Juan, han terminado de tomar los últimos puntos para completar la topografía de las tumbas y los alrededores; después han supervisado las tareas destinadas a cubrir la pirámide. Se ha usado geotextil de gran grosor, que proporciona una gran protección y aislamiento pero posibilita el drenado en caso de lluvias torrenciales. Además se ha recubierto de una fina capa de arena y todo ello se ha asegurado con adobes. Vista la obra al final de la mañana, parecía una gran pirámide.

Andrés, Gemma y José Lull han dedicado buena parte de la mañana a organizar e inventariar todo el material “fungible” que debe quedarse en la tumba para el próximo año, desde el botiquín, los tableros de dibujo, escalas, material de papelería, lupas, lamparas de luz ultravioleta… y un muy largo etcétera.

Montse y Ana han aprovechado hasta el último momento para hacer fotografías. Hoy se han centrado en algunas de las “piezas maestras” como la tablilla con el ensayo de artista o el lino con inscripción. No es que no tuvieran ya cerca de cien fotos, es que siempre se te ocurren nuevas vistas y detalles. Vamos a trabajar todo un año con ese material y es imprescindible intentar no echar nada en falta.

José Manuel y Alicia han estado elaborando la memoria que había que presentar por quintuplicado a última hora de la mañana. Un repaso en cuarenta páginas de todas las tareas que se han llevado a cabo y de buena parte de los hallazgos. A las doce de la mañana estaba lista para entregar.

A eso de la una se repitió la rutina del año pasado, Ibrahim Suleiman apareció con candados y sellos para cerrar todos los arcones en los que se han quedado los objetos de más valor y a continuación ha cerrado y sellado la puerta. Después los obreros han construido un muro con piedras y cemento para que la protección sea aún mayor. Expectación, tristeza. Es como cerrar de repente la última página de un libro que has estado leyendo cada día durante más de un mes. Una novela apasionante que por más que quieras no puedes retomar hasta el próximo año.

Trabajo de gabinete

Una vez cerrada la tumba, la actividad no cesa. Primero pagar a los obreros que nos han acompañado hasta el último momento. Muchos de ellos son los mismos que el año pasado. La despedida se hace cuesta arriba, pero queda el consuelo de saber que un año pasa pronto.

Después los miembros del proyecto Djehuty, el equipo de Informe Semanal, nuestro inspector, el rais Ali y Ala, fuimos a comer a la cafetería del Ramesseum. Parece que vaya a convertirse en una costumbre. Ya el año pasado fue el sitio escogido para las últimas fotos juntos, repartir direcciones de correo electrónico, prometer que nos llamaríamos y recapitular sobre los éxitos de la campaña. El éxito no es sólo los hallazgos arqueológicos sino el equipo humano.

Una vez en el Marsam, el reloj corre y hay que terminar de hacer las maletas, despedirse de Farrad, Natasha, Mohamed, Tagui… y todos aquellos que nos han hecho sentir como en casa. Mohamed el-Bialy y su mujer se acercan también por el hotel para decirnos adios. A las ocho y media de la tarde nos fuimos al aeropuerto de Luxor. Esta noche dormiremos en El Cairo.

Vida cotidiana