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Ana, Haggag y Hussein continúan descendiendo en el pozo vertical.
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Los trabajos del pozo continúan y avanzan con éxito.
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Ana escribiendo el diario de excavación.
En el pozo de detrás de la capilla sigue excavando Ana con Hagag y Hussein. La tierra es de tono parduzco y está algo apelmazada, y mezclada con piedras de mediano y gran tamaño. Todo parece indicar que este es el relleno original del pozo. Los ladrones que saquearon la cámara no vaciaron todo el pozo hasta el fondo, sino que en cuanto pudieron acceder dentro ya no necesitaron seguir vaciándolo. Puede decirse que esta es la primera vez que podemos observar cómo rellenaban el pozo después de introducir el ataúd en la cámara y cerrar su entrada con adobes. En el relleno original no sale nada de material, absolutamente nada, ni cerámica, ni lino, ni huesos, ni madera.
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Haggag y Hussein esperan a que Ana fotografíe antes de seguir excavando.
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Ana documentando la excavación del pozo.
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Trabajos en el pozo con la mejor actitud.
Excavar un pozo es siempre una tarea ardua, tanto para el excavador y su ayudante, como para el arqueólogo que está tomando notas junto a ellos. Hay poco espacio y tienes que tener cuidado dónde apoyas el pie, y dónde dejas las bolsas o capazos. Además, se levanta mucho polvo y el aire no circula demasiado abajo del todo. Los capazos con tierra se suben manipulando desde arriba una polea, y durante el vuelo siempre se escapa algo de su contenido por las juntas y cada dos por tres recibes una poco agradable ducha de arena. Cuando se sacan piedras grandes, inevitablemente el capazo en la que se cargan sobrevuela las cabezas de los tres y conviene estar siempre atento. A pesar de lo dicho, la emoción de excavar un pozo funerario compensa las penurias.
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El templo de Luxor de noche desde el paseo junto al Nilo.
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Patio de Ramsés II en el templo de Luxor.
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El templo de Luxor de noche.
Por la noche, hemos cruzado el Nilo para dar una vuelta y cenar en la ciudad. Lo primero que hicimos fue visitar el templo de Luxor. Por la noche se ve especialmente bonito, muy sugerente. Las luces las ha instalado una empresa española, como parte de un acuerdo de cooperación entre ambos países, y la verdad es que los relieves se ven mejor casi que durante el día. Pero cuando, a las ocho menos diez, se apaga de golpe la luz, sin avisar, y te quedas a oscuras entre las columnas y estatuas, con el cielo estrellado como techo, eso sí que es una experiencia religiosa.