Descubrimos el ataúd el día 26, sábado, y decidimos darnos un día de respiro para desinflar la emoción del día anterior y pensar bien cómo proceder a su apertura. El día 28, lunes, tuvimos la “suerte” de que amaneciera lloviendo y que no pudiéramos excavar, porque eso nos permitió concentrarnos totalmente en el examen y apertura del ataúd. Por su pequeño tamaño, lo habíamos depositado sobre una mesa, manteniéndolo en la misma posición que fue hallado sobre el suelo, es decir, apoyado sobre su costado izquierdo. Pito preparó las luces y colocó dos cámaras con las que grabar la acción. El escenario no podía ser mejor, pues de fondo teníamos la escena en relieve que muestra a Djehuty recibiendo ofrendas y escuchando a un arpista y a dos mujeres cantando y cada una templando un sistro.
Roxie hizo una primera inspección, mirando con una linterna a través de la rendija que quedaba abierta entre la tapa y la caja del ataúd, para anticipar lo que podría ocurrir en el momento de la apertura, y también para ubicar la espigas de madera que mantenían unida la tapa a la caja. Parecía que, en contra del primer pronóstico, nos íbamos a encontrar con poco barro, y se conservaba bastante tela sobre el cuerpo. Con mucho cuidado, muy lentamente, volteamos el ataúd hasta dejarlo apoyado sobre su espalda. Retiramos los lazos de seguridad que abrazaban al ataúd y procedimos a levantar la tapa entre Alí y yo. A pesar de que las espigas de unión eran bastante largas, la tapa se levantó sin dificultad.
Dentro reposaba el cuerpo de un infante de unos cinco años de edad, envuelto en un sudario atado con un nudo sobre la cabeza y con una tira de lino rodeándole varias veces los tobillos. Después de un detenido examen exterior, Roxie, aprovechando que habíamos traído la máquina al yacimiento para radiografiar a las momias de animales depositadas en la cámara sepulcral de Hery, realizó una sesión de rayos-x a la momia, sin sacarla del ataúd, sin tocarla. Y sin tocarla se ha quedado, cubierta por papel japonés y dentro de su ataúd. Al día siguiente, Pía, que había preparado y asistido a toda la operación aportando su punto de vista e interés como conservadora, pudo dedicarse con calma a la limpieza y consolidación de la tapa.
Al final de la campaña pasada nos despedimos de Iqer, el arquero del año 2000 a. C., que deslumbra desde el mes de mayo en el Museo de Luxor, y ahora ocupa su lugar dentro de la tumba de Djehuty este pequeño/a del año 1550 a. C. Hoy hace doce años que abrimos por primera vez la tumba de Djehuty y comenzó nuestra aventura en Luxor. De la mano de Djehuty y de su vecino Hery no sólo hemos buceado en los comienzos de la dinastía XVIII, que son los comienzos del imperio egipcio (ca. 1500 a. C.), sino que hemos retrocedido hasta la dinastía XI y conocido a Iqer, avanzado hasta la dinastía XXI (ca. 1000 a. C.) y tropezado con la Dama Blanca, encontrado los cincuenta ramos de flores… hasta llegar a los grafiti demóticos del año 128/7 a. C. y los cientos de momias de ibis y halcones. El Proyecto Djehuty nos ha llevado por caminos insospechados, nos ha regalado sorpresas inimaginables y, sobre todo, nos ha brindado la oportunidad de seguir aprendiendo y de ir aumentando nuestra pasión por la investigación.