Los días van pasando y el final de la campaña se va acercando, de puntillas, sin hacer ruido. El indicador del combustible está ya casi entrando en reserva y el nudo en la garganta va creciendo. A la vez que se va haciendo sentir el cansancio y uno se va dando cuenta que ya no da mucho más de sí, se siente la ansiedad de querer más, de que no se acabe, aunque tu cuerpo te pida ya un respiro. El hecho de que el grupo ya esté muy menguado y hayamos reducido el número de trabajadores, hace que el ambiente en el yacimiento sea extrañamente tranquilo, demasiado ordenado, demasiado limpio todo. Menos más que tenemos a Tutu, que es el desorden personificado, la anarquía canina más impredecible.
Es curioso que Luxor, el Marsam, la excavación, produce una extraña sensación tanto en las visitas como en nosotros. Los días son tan intensos que parece que pasa mucho más tiempo del que pasa en el calendario, dos días parecen dos semanas. Enseguida uno siente como si llevara aquí ya un montón de días, es como si te abdujeran, te introdujeran en una burbuja y perdieras conexión con tu vida, como si los pies se te levantaran del suelo y levitaras… Y otra cosa curiosa es cómo las visitas, en poquísimo tiempo, se adaptan a la vida del grupo y el grupo a ellos, no importa como sea cada uno que acaba diluyéndose y el grupo le adopta sin darle mayor importancia.
Y siguiendo con estas reflexiones que no vienen ni van a ningún sitio se me viene a la cabeza la suerte que tenemos también con nuestros trabajadores egipcios. Nadjar ayuda a los restauradores haciéndoles mortero, en silencio, de forma discreta, sin para ni un minuto de trabajar, y sin cruzar muchas palabras de repente le sientes como un amigo. Lo mismo le ocurre a Basam, silencioso, discreto, gran trabajador, que sólo con una mirada o una medio sonrisa te hace sentir bien. Y los buenos días de Said que ya asocias al amanecer y al comienzo de la jornada. O lo contrario le ocurre a Sayed, que no para, nervioso, eléctrico, con su barba de hermano musulmán, pero que con una medio sonrisa medio mueca te hace sentirte algo más persona y te hace darte cuenta que en las relaciones humanas caben muchas posibilidades, la mayoría inesperadas.