19 febrero 2018

El pozo de Carlos no está dando los resultados esperados. Los saqueadores han dejado tras ellos bien poco. El enterramiento debía ser bastante rico, pues los fragmentos de ataúd-rishi que hemos hallado son de gran calidad y la cámara sepulcral parece muy bien tallada, pero es el pozo que más limpio hemos hallado en todos estos años de excavación. ¡Qué se le va a hacer! No siempre se puede ganar, estábamos mal acostumbrados. De todas maneras, siempre hay cosas, pequeños detalles, de las que se puede sacar provecho. Una de nuestras líneas de investigación es la documentación de los saqueos de tumbas y este caso, sin duda, es significativo, por el murete de adobes atravesando el pozo, por el poco material intrusivo y más. Además, se trata de entender cómo va creciendo la necrópolis, qué tipo de individuos se enterraron en esta área, el tipo de tumba que se construyen, cómo pudo haber sido su ajuar funerario, etc. A todas esas preguntas podemos responder aportando algo de información. Desde este punto de vista, la mera documentación del pozo y su relleno supone una investigación exitosa si se hace con meticulosidad. Toda situación, por negativa que sea o parezca, siempre tiene un lado positivo, es cuestión de buscárselo, de sacar provecho a las cartas que te tocan en el reparto.

La geología juega un papel importante en el yacimiento, no sólo por lo que comentábamos ayer de la estratigrafía en torno al jardín, sino porque las tumbas de Djehuty, Hery y sus vecinos están excavadas y talladas en la roca de la colina. Además, las paredes de las tumbas de nuestros primeros protagonistas han sufrido circunstancias difíciles de identificar con la mera observación de las secuelas que ahora son visibles. Por ejemplo, hay fragmentos cuya superficie está totalmente ennegrecida, y no es por humo, sino porque fueron embadurnados al parecer con una especie de barniz orgánico tipo goma arábiga. La discusión entre Sergio, el geólogo, y Miguel Ángel, el restaurador, ha girado en torno a si el ennegrecido intencionado ocurrió cuando el fragmento todavía formaba parte de la pared, o si ocurrió cuando ya se había desprendido. El problema está en que alrededor del trozo ennegrecido la pared está limpia, lo que implicaría que fue manchado ya caído, pero si hubiera sido así no sólo se hubiera manchado la superficie decorada. Para terminar el rompecabezas, el ennegrecido es similar al bitumen que se derramaba sobre los ataúdes y cartonajes, por ejemplo en la dinastía XXII, ¿Tienen que ver todo esto con algún ritual de purificación? ¿Antes de que las tumbas fueran reutilizadas para depositar momias de animales a mediados del siglo II a. C. fueron utilizadas en torno al año 1000 a. C., y el ennegrecido es de esa época? La investigación sigue abierta.

Desde arriba de la colina se ve el gran corte que le hemos dado a la colina, o mejor dicho al derrubio que fue acumulándose a sus pies. Ya son once los pozos funerarios que hemos sacado a la luz alrededor del patio donde se encuentra en jardín. La densidad de enterramientos en esta zona de la necrópolis es altísima. Nuestra ‘pequeña’ cata permite hacerse una idea de cómo estaría ocupada esta zona de Dra Abu el-Naga, y ahora parece todavía más claro que los antiguos egipcios la consideraban una zona especialmente atractiva para ser enterrado.