Este viernes, después de un estupendo desayuno en la terraza del Marsam, han surgido dos planes distintos. Un grupo nos hemos ido a Karnak y otro se ha ido a Deir el-Medina. El templo de Karnak estaba abarrotado cuando llegamos, lo que nos provocó sensaciones contrapuestas. Por un lado, daba gusto ver cómo la normalidad va poco a poco ganando el pulso y se va abriendo camino de regreso a nuestras vidas. Por otro lado, no hace falta insistir en que los monumentos tienen mucho más encanto cuando los ves con poca gente, te llegan y se disfrutan mucho más. Por eso, nos salimos de la vía principal y nos fuimos primero a ver el museo al aire libre, donde está la capilla roja de Hatshepsut, la blanca de Sesostris I y otros monumentos más.
Muchas de las columnas de la sala hipóstila han sido ya limpiadas y consolidadas, y ahora los colores se aprecian mucho más. Desde el pasillo central del templo, volviendo la vista hacia la entrada, puede apreciarse perfectamente cómo la colina de Dra Abu el-Naga se eleva en la otra orilla justo en frente de Karnak. Recorrimos todo el templo hasta el final, para regresar por el lago sagrado. El barquero, Islam, un chico joven un poco macarrilla, pero muy alegre, simpático y listo, nos había estado esperando para llevarnos de regreso a la orilla oeste. Ya solo por el paseo en barca de ida y vuelta a Karnak merece la pena la visita. A pesar del ruido del motor fueraborda, navegar por el Nilo transmite una paz y serenidad difícilmente igualable.
Estos últimos días hemos tenido varias visitas, desde amigos de la infancia, a compañeros de trabajo en el CSIC, o miembros de la embajada española en Cairo. Las visitas se agradecen por muchos motivos. Además de darte la oportunidad de compartir nuestro trabajo y hallazgos, reconforta ver cómo gusta el yacimiento y cómo se valora nuestro esfuerzo y dedicación. Sin pretenderlo, te dan un empujón anímico que te ayuda a seguir adelante, pues a veces, con el paso del tiempo uno pierde la perspectiva y como que se acostumbra a todo, como que se pierde la capacidad de asombro y el orgullo de todo lo conseguido. Las visitas aportan una bocanada de aire fresco, de energía y de alegría. Gracias por venir.