Para poder seguir excavando, tuvimos que retirar las grandes piedras que cerraban parte de la entrada. El muro de adobes de Djehuty se apoyaba en una de ellas, por lo que la fuimos retirando poco a poco, con enorme cuidado, y al mismo tiempo fuimos calzando y reforzando la base del muro. Una vez superado el trance, disponíamos de un acceso más amplio y podíamos excavar delante del lateral del ataúd con mayor facilidad.
La mitad inferior del lateral resultó estar algo dañado. La madera había recibido agua y había sido atacada por termitas. Una costra de barro tapaba en parte una grieta que recorría a lo largo la tabla visible del ataúd. Por suerte la inscripción se había salvado, pero la base parecía estar muy frágil. La parte de los pies del ataúd conservaba, milagrosamente, parte de la tela de lino que en su día estuvo anudada para unir la tapa a la caja. A medida que íbamos sacando a la luz la banda de texto que decoraba el lateral, quedábamos maravillados con el estilo tan personal de los signos jeroglíficos. La tierra estaba muy compacta y dura, y en algunos lugares estaba incrustada a la madera del ataúd, por lo que había que proceder con mucho cuidado para no dañar la pintura.
Ya se va acercando el final de campaña y es hora de redactar informes y preparar las piezas que se llevarán al almacén del Servicio de Antigüedades. Andrés sigue trabajando con los fragmentos de relieve, y hoy ha unido un fragmento que encontramos al fondo del pozo funerario de Djehuty, con otro que hallamos el año pasado en la excavación de la sala más interna de la tumba. También Curro recompone puzzles, aunque de menor tamaño. Trabajando con los shabtis, ha conseguido unir dos trozos que habían salido en áreas distintas de la excavación del exterior.