Como de costumbre, día de descanso… madrugón al canto. A las seis de la mañana nos vino a buscar una camioneta para llevarnos al Nilo. Allí nos esperaba una barquilla para llevarnos hasta Karnak. La calma era total, sin gente, sin viento y el agua como un plato. Al desembarcar en Karnak, la luna, casi llena, brillaba inmensa sobre la montaña occidental, y “la aurora de rosáceos dedos” comenzaba a despuntar entre los pilonos del templo. Un espectáculo privilegiado, sensacional. Filmar los rayos resbalando sobre las losetas del pasillo central, acariciando las figuras de los faraones y dioses grabadas sobre las inmensas columnas, ha sido un verdadero lujo.
Dedicamos bastante tiempo a filmar el obelisco que levantó Hatshepsut y que todavía permanece en pie. En la inscripción de la base se menciona que fue tallado en granito compacto del sur (Asuán) y su parte de arriba, el ‘piramideon’ o ‘capuchón’, recubierto con electro (aleación de oro y plata) de lo mejor de las tierras extranjeras (Nubia), y continua describiendo cómo la pareja de obeliscos podía verse desde las dos orillas del río y sus rayos iluminaban las dos tierras cuando el disco solar (aton) surgía entre ellos por el horizonte. A parte de la belleza y curiosidad del texto, lo interesante es que Djehuty, en su biografía grabada sobre la fachada de su monumento funerario, cuenta que él fue quien se encargó de recubrir los obeliscos con electro, y su descripción es muy similar.
La grabación continuó con los Anales de Tutmosis III, con el denominado ‘gabinete de curiosidades’, y con una inscripción que describe su juventud, para terminar volviendo con Hatshepsut y su Capilla Roja, cuyos relieves describen la procesión que conectaba el templo de Karnak con la necrópolis de la orilla oeste, con Deir el-Bahari, pasando antes por Dra Abu el-Naga.