16 enero 2004

Trabajo de campo

A pesar de ser fiesta, Alí me vino a recoger a las ocho con el Inspector para ir juntos al yacimiento y supervisar el traslado del poste de electricidad. En el coche traía ya las seis sillas y 20 cajas de plástico para la excavación que le encargamos ayer. El pueblo y la colina de Dra Abu el-Naga estaban hoy en calma. Mientras tres obreros golpeaban con un enorme martillo el cemento que sujetaba el poste, yo me dediqué a sacar fotos al yacimiento y alrededores, aprovechando la luz neutra de un cielo plomizo y la tranquilidad del momento.

El aguador de nuestro pueblo, Mohamed, estaba muy atento a toda la operación, pues el poste acabaría en la esquina del pequeño terreno donde suele estar su burro, con el que trae agua en un bidón desde una fuente cercana hasta su casa (y hasta la excavación). El electricista, Nayar, manejó el asunto como un fenómeno. Además, se ocupó de cambiar los cables de electricidad de las casas afectadas por unos mejores. A la hora de pagarle dijo que no quería nada, que lo que le diéramos. Le pagué 60 libras (egipcias). A los dos supervisores de la empresa de electricidad les tuve que pagar 150 para los dos, y a los obreros 25 a cada uno. Al medio día estaba terminada la «operación de trasplante». El terreno quedaba despejado para comenzar mañana la excavación.

Trabajando en festivo

Trabajo de gabinete

Ayer por la noche, Francesco Tiradritti, el director de la misión italiana que excava la tumba de Harwa, organizó una fiesta en el Marsam, en la azotea de uno de los edificios. Para decorar el sitio y protegernos del frío, levantó una especie de jaima con telas de colores típicas de Egipto. Sí, aquí hace frío por las noches, sobre todo si sopla algo de brisa, que suele suceder. Los italianos tomaron la cocina del hotel y preparon un paté de hígado de pollo con miel, dos tipos de pizza, spaghetti al pesto y arroz a la toscana. Nosotros contribuimos con platos de chorizo, lomo y una rodilla de cerdo que trajo Juan de Benissa. Ni que decir tiene que lo mejor fue la rodilla de Juan… Para beber había sangría, preparada por Miguel Ángel Molinero, un egiptólogo español, profesor en la universidad de La Laguna, que este año se ha incorporado a la misión italiana.

Entre los invitados, además de los españoles y de los “italianos” (lo escribo entre comillas porque varios miembros de su grupo son de Eslovenia, pues Tiradritti enseña egiptología allí), se encontraban los miembros de la misión polaca en Deir el-Bahari, los de la misión japonesa que restaura la tumba de Amenofis III, los franceses que trabajan en el Rameseum, el grupo de Roland Tefnin y Hourig Sourizian, la mujer de Stadelmann que codirige la excavación del templo funerario de Amenofis III, detrás de los Colosos de Memnon. Con ella vino Myriam Seco, una egiptóloga sevillana que forma parte de la misión alemana. Ambas se hospedan ahora también en el Marsam. En fin, mucha gente, mucha comida y también bebida.

A la mañana siguiente, Marga se fue con la novia de Tiradritti a comprar algunas cosas de intendencia. El resto del equipo marchó hacia Deir el-Bahari y, desde allí, por el “valle del color” llegaron a Deir el-Medina. Tras la visita cultural, una cervecita en “el ibicenco” y a comer a casa.

Para tratar de compensar un leve incidente que tuvimos con las habitaciones, el dueño del Marsam, Sayed, nos ha invitado al grupo de españoles a comer a su casa. Comida egipcia, por supuesto.