Los trabajos en el yacimiento han continuado con normalidad, cada uno a lo suyo. Unos dándole vueltas a la posible ubicación de la pirámide de un rey de la dinastía 17, otros excavando pozos, con la cerámica, restaurando… Pero hoy ha sido un día especial. Era el cumpleaños de un buen amigo del colegio, Juan Sell, que vino para la inauguración y nos ha acompañado estos últimos días. Al poco tiempo, de la forma más natural del mundo, se ha mimetizado con el equipo y ha pasado totalmente desapercibido como uno más. Ha sido una suerte tenerle con nosotros. La amistad puede crear lazos que el tiempo no consigue borrar, igual o más fuertes que los de sangre. Igual que el montar en bici no se olvida aunque no practiques durante años, la verdadera amistad resurge sin esfuerzo tras años de letargo. Juan nos ha dado una lección de naturalidad y sencillez, y una gran capacidad de adaptación. Un verdadero diplomático. Y el equipo Djehuty ha demostrado su capacidad de acoger a todo el mundo y, si ellos se dejan, abducirles e incorporarles como uno más de la familia.
Para celebrar el cumpleaños, variamos el plan de comida y organizamos un pic-nic navegando en faluca por el Nilo. Contacté con mi amigo Karim, con quien ya navegamos el año pasado, y el Marsam nos preparó unos bocadillos de pollo y fruta. La navegada fue memorable, pues soplaba buen viento y hacía una tarde espectacular. Lo pasamos en grande hasta la caída del sol. Luego, regreso al hotel a trabajar con los ordenadores. Aquí cada día se vive intensamente. “Kulu sana ua anta tayib!” Feliz cumpleaños, querido Juan, y que la vida te sonría igual que tú la sabes sonreír a ella.