14 febrero 2019

Los científicos estamos quejándonos constantemente de la falta de recursos en España para hacer investigación, y con razón. Aún así, la época de manifestaciones por la castellana reclamando más apoyo al gobierno quedó muy atrás y les científicos se han sumido en los últimos años en una especie de resignación escéptica y pesimista, adoptando la supervivencia como su principal objetivo. Comprensible, sí, pero también hay que reconocer que es la opción más cómoda. Sin embargo, desde mi punto de vista de “egiptólogo en prácticas” e inevitablemente desinformado, el problema no es sólo el dinero, pues crisis financieras se han pasado y pasaremos muchas, tanto a nivel estatal, como autonómico, familiar y personal. Afrontar crisis casi es parte de la vida misma. Es precisamente en los momentos difíciles cuando se requiere de un liderazgo que sea capaz de empujar a los demás hacia delante, que transmita ilusión y esperanza, que señale el camino hacia el punto de luz al final del túnel. Y, por supuesto, hay que gestionar bien los escasos recursos disponibles, para lo cual es esencial colocar a personas cualificadas y responsables en los puestos de gestión y decisión. Esto, creo yo, miope egiptólogo, es lo que se ha echado en falta en los últimos cinco años en mi/nuestro entorno científico. Es lo que ha causado tanto escepticismo, resignación y pesimismo entre los científicos que yo trato. Claro que esto es simplemente una opinión, subjetiva como todas.

Pero, cuando menos te lo esperas, surge un rayito de sol en el cielo encapotado y lo que ya creías que era una utopía, una quimera, resulta que sí, que sí es posible. En realidad, es todo mucho más fácil de lo que parece, estaba al alcance de la mano. Sólo se necesita encontrar a gente que todavía guarde ilusión, que no acepte sin más las cosas como están y que sea valiente parar tratar de cambiar un poquito las cosas que no marchan. Sólo se necesita gente un poco “ilusa”, soñadora (que no demagoga), sí, que no acepte la inercia y tenga la convicción de que las cosas se pueden hacer de forma distinta si uno se pone a ello. Pero bueno, ya no me enrollo más, pues hoy hemos recibido la visita de dos vicepresidentes del CSIC, Elena Domínguez, vicepresidenta de relaciones internacionales, y Jesús Marco, vicepresidente de investigación. Es la primera vez en 18 años que recibimos una visita oficial de alguna autoridad científica del CSIC. Y se agradece un montón, no sabéis cuánto, pues es una forma de transmitirnos su apoyo y de reconocer todo el trabajo que llevamos haciendo aquí, lo que nos inyecta ánimos y optimismo para seguir luchando y mirar al futuro con esperanza. De esto es de lo que estaba hablando.

Los dos vicepresidentes han pasado todo el día en el yacimiento. Empapándose de imágenes y sonidos, preguntando y escuchando las explicaciones de todos y cada uno de los miembros del equipo. Han oído sobre arqueología del paisaje y cómo se excava un pozo funerario, sobre estratigrafía y la geología del lugar, sobre los restos botánicos del jardín y de otros contextos, sobre patologías en momias humanas y sobre la costumbre de momificar animales para entregarlos luego como ofrenda, sobre cómo se lee la escritura jeroglífica tallada en piedra y cómo los escribas escribieron las paredes y el techo de la cámara sepulcral de Djehuty con pincel y tintas negra y roja, a trece metros de profundidad. Para el proyecto ha sido una jornada muy importante y muy emocionante. Y para rematar el día, acabamos visitando el Museo de Luxor y enseñándoles con orgullo los conjuntos de piezas que tenemos allí en exposición, con las cartelas incluyendo el logo del CSIC. ¿No es esto Marca España?