14 febrero 2018

Hoy, catorce de febrero, es el día de los enamorados. Y hace tres días fue el día de la mujer científica. Yo casi me inclino por hacer un brindis con este segundo motivo, que se nos pasó en su momento. Ser científico es una dura elección, pues requiere mucho sacrificio, muchas decepciones y muchos sin sabores, para que luego sólo una minoría consiga sobrevivir. Pero todavía lo tienen más difícil las mujeres, sobre todo aquellas que pretenden compaginar el trabajo con una vida familiar. Es verdad que estas circunstancias no sólo se dan en la ciencia, también las mujeres lo tienen complicado en otros ámbitos laborales, pero en la carrera científica es entre los veinte y los cuarenta años cuando más hay que apretar, más horas hay que echar, más estancias en el extranjero hay que realizar, y por eso las mujeres jóvenes se ven sometidas a un estrés especialmente acusado. La conciliación familiar ciertamente no ha llegado todavía a la carrera científica y, aunque a los políticos se les llena la boca hablando del tema en los medios de comunicación, en los últimos años se ha avanzado bien poco o nada en este aspecto. A todas ellas mujeres científicas o que sueñan con llegar a serlo, desde el Proyecto Djehuty en Luxor, un cariñoso abrazo, muchos ánimos y nuestros mejores deseos.

Y hablando de mujeres científicas, hoy hemos tenido a Sole y Teresa a pleno rendimiento realizando, junto a Sergio, el estudio geológico de los niveles de lluvias registrados en el patio de las tumbas del Reino Medio. Resulta muy interesante el hecho de que hayan quedado documentados distintos episodios de lluvias y que sean estos los que puedan darnos la clave para entender el buen estado de conservación en el que apareció el jardín y las distintas fase de reutilización de esta zona. Hoy en día Egipto y en concreto la ciudad de Luxor, son zonas muy secas, con pocas precipitaciones y con un aspecto desértico. Por todo ello el pensar que en un momento concreto del Reino Medio, allá por el año 2000 a.C., hubo una serie de precipitaciones cuyo registro ha llegado hasta nosotros a través de la excavación arqueológica no deja de sorprendernos. Y no solo eso, por medio del estudio del polen que está realizando Sebas podremos identificar la flora de la época y junto con el estudio de las precipitaciones nos acercaremos un poquito más a conocer el medio ambiente tebano de esta época. En definitiva, cada científico y científica (hoy sí nos vamos a permitir esta observación, ya que este post va dedicado a ellas) del equipo aporta su granito de arena para que el gran rompecabezas que tenemos entre manos cobre sentido. Hagamos ciencia, hagámosla bien y disfrutemos de ella.