14 febrero 2010

El termómetro que tiene Pía en la jaima pequeña, sobre la mesa de restauración del ataúd de Iqer, marcaba a media mañana 41º C. El calor es sofocante y alguno acaba echándose el agua de la botella por la cabeza. La excavación en la parte de arriba del yacimiento se hace muy dura, y sólo los aullidos de Mahmoud Broston consiguen hacer que el ritmo no decaiga. Entre el nivel de revuelto está saliendo cerámica interesante, pero muy rota, y ahora empieza a ver la luz una estructura de adobe que todavía no sabemos con qué se relaciona. Habrá que darles un par de días más a Carlos y Chemi.

Unos metros más abajo, en el interior de la tumba de Baki, Kamal, Salem y Gemma siguen descendiendo la cata de 6 x 2 m. junto al muro que comparte con la tumba de Hery, aunque esta última se encuentra a un nivel un par de metros por debajo. Junto a la entrada, lo que pensábamos que era una estatua del propietario ha resultado ser un conjunto de cuatro estatuas sedentes dentro de un nicho. El tamaño es relativamente pequeño, pues miden 1,30 m. de altura. Aunque el contorno de las figuras se adivina con facilidad, los cuerpos se conservan en mal estado y sólo algunos de los pies mantienen los dedos en su sitio. El interior de la tumba se ha utilizado hasta hace relativamente poco tiempo para guardar animales, y hoy ha aparecido, a los pies de las estatuas, un hogar circular definido por adobes, de 1,10 m. de diámetro. No sólo había restos de fuego en el interior, sino que esa zona del techo tenía restos de quemado.

Andrés, Pía y Nieves siguen colocando bloques en la segunda inscripción biográfica de Djehuty, a la vez que avanza la restauración del ataúd de Iqer y la limpieza y consolidación de las paredes de la cámara interna de Djehuty. En la jaima grande, Roxie y Salima combaten el calor con grandes dosis de buen humor, mientras discuten sobre las dolencias que compartieron Iqer y “Valentina” durante sus azarosas vidas en al Tebas del año 2000 a. C.