14 febrero 2003

Trabajo de campo

Como todos los viernes, hoy es día de descanso en la excavación. Aún así, hemos madrugado lo mismo: a las seis arriba, para estar a las siete al otro lado del Nilo. Allí nos esperaban Ali y Ala, para unirnos al convoy que sale hacia el norte. Nuestro destino final era Qift, es decir, Coptos, el pueblo de la familia de Ali.

Trabajo de gabinete

Se tarda unos tres cuartos de hora en recorrer los cuarenta kilómetros que separan Luxor de Coptos. La carretera discurre junto a un canal, por lo que el viaje se convierte en una continua sucesión de imágenes pintorescas de la vida rural egipcia. En Coptos visitamos dos templos de Época Tardía y una tumba del Primer Periodo Intermedio. Los monumentos parecen pequeñas islas, todavía resistiendo los embites de los edificios del pueblo. Ali nos enseñó la casa donde nació y donde vivió sus seis primeros años, antes de marcharse con su padres a Luxor. Pero lo más interesante fue que nos presentara a todos los rais de su familia. El más anciano, de noventa y dos años, nos enumeró la retaíla de egiptólogos famosos con los que había trabajado, comenzando por su experiencia con el austriaco Junker en Giza y terminando con Dieter Arnold en Luxor. Como cualquier oficio, tanto en la antigüedad como, en gran medida, también hoy en día, el conocimiento de la técnica se transmite dentro de las familias y de las “tribus”. Así, en Coptos están orgullosos de que los mejores y más honestos rais hayan salido de aquí.

En el camino de regreso nos detuvimos una hora en el templo de Medamud, a diez kilómetros al norte de Luxor. Aunque los principales restos arquitectónicos son de Época Greco-Romana, abundando los cartuchos reales con el nombre de Tiberio, también se pueden ver en una especie de museo al aire libre varias estatuas decapitadas y fragmentos de inscripción con el cartucho de Sesostris, de la dinastía XII. También se puede leer el cartucho de Amenofis II y el de Merneptah en un par de bloques. El paraje es muy sugerente, rodeado de palmeras, sin turistas…

Acabamos la tarde comiendo en casa del inspector Mahmoud “Khufu”, que vive justo a la entrada del templo de Karnak. Nos trató a cuerpo de rey. Los compromisos sociales, como siempre, pasan de ser compromisos a convertirse en ratos estupendos de gastronomía y de animada charla. Para terminar un día relajado y amistoso, una delicada puesta de sol sobre el Nilo, con las velas puntiagudas de las falucas avanzando sobre las palmeras, y la montaña al fondo, ahora azul, del color del Nilo. Djehuty, mensajero que salva la distancia entre lo divino y lo humano, os manda a todos los enamorados un guiño en el día de los enamorados.

Vida cotidiana