La paciencia es, en muchas ocasiones, una imprescindible herramienta de trabajo. Habíamos quedado a las ocho en el “taftish”, en la oficina del Servicio de Antigüedades, pero hasta las nueve no comenzaron a llegar los encargados. Se firmaron los últimos papeles, y la inspectora Heba recibió el saco con todas las llaves de los múltiples candados que hay en el yacimiento cerrando puertas y arcones. A las diez estábamos por fin ya todos en el yacimiento, acompañados por el inspector del año pasado, Mohamed, que fue quien rompió los sellos con su nombre y pasó oficialmente el testigo a la nueva inspectora.
En el yacimiento nos reencontramos con algunos de nuestros trabajadores más queridos, Yuma, Ibrahim, Nadjar, Taalat… Parece como si no hubiera pasado un año. Todo se ha conservado bastante limpio, como en años anteriores. La anécdota de la apertura fue que dentro de la tumba encontramos el cadáver y las plumas de un pequeño pajarito que había muerto a los pies de la estatua de Djehuty. Nacho y Pito se las tuvieron que ingeniar para volver a montar el sistema eléctrico para tener luz dentro de las tumbas, pues el cable que usábamos el año pasado ha desaparecido… Con un grupo de quince trabajadores montamos las tres jaimas y las mesas de trabajo. José Miguel (Chemi), Curro y Gudelia (Gude) se instalaron a la entrada de la tumba de Djehuty y comenzaron a hacer fichas de materiales que quedaron pendientes del año pasado. Y a última hora de la mañana el mudir les hizo un tour a Zulema y David, los nuevos miembros del equipo este año, por las tumbas de Djehuty y Hery.
El ritmo va poco a poco cobrando la normalidad. Comimos a las tres y media y por la tarde a trabajar con los ordenadores. En cuanto te descuidas las tardes se pasan volando. Le seguimos dando vueltas a la base de datos y preparando la documentación relacionada con la excavación. Ahora estamos solos en el Marsam, los reyes de la casa, pero en unos días comenzaran a llegar los miembros del equipo belga y el equipo alemán. Nos tememos que la conexión del wifi empeorará sustancialmente, para no desentonar con los cortes de luz y la escasa agua de las duchas. Pero es parte del encanto de estar aquí.