14 enero 2004

Trabajo de campo

El despertador del móvil sonó a las seis. En veinte minutos estábamos listos para el desayuno, pero el chico que nos lo prepara se había dormido. Mientras ponía la mesa, salimos al patio, bajo las palmeras y laureles. El cielo se veía muy limpio y el frescor del amanecer animaba el espíritu. A las siete y cuarto llegábamos al yacimiento. Los niños de siempre salieron a recibirnos con sus sonrisas impecables y sus ojillos más vivos que nunca; detrás, sus padres; detrás, los guardianes de la zona. Escogimos a diez trabajadores para que nos ayudaran en la limpieza del yacimiento, montar las ‘jaimas’ y organizar el material de trabajo. Los diez habían trabajado con nosotros el año pasado; unos jóvenes, otros ya mayores, pero todos ellos simpáticos y trabajadores.

Bajo la atenta mirada del Inspector Ramadán, se desmontó el muro de piedra que protegía la puerta de la tumba de Djehuty. Acto seguido, él rompió el sello del Servicio de Antigüedades que rodeaba el candado de la cancela y abrimos la puerta. Entramos lentamente, con respeto, disfrutando el momento, sintiendo la calma del lugar. Todo estaba tal y como lo dejamos: en el vestíbulo y en la sala trasversal los arcones y las cajas de plástico con los objetos bien envueltos, el instrumental y todo lo demás.

Montse se apresuró a recoger los datos de las sondas (termohigrómetros) que habíamos dejado al término de la pasada campaña para que registraran los posibles cambios de humedad y temperatura durante el transcurso del año. Por lo menos aquella mañana los datos eran los idóneos: 25º C de temperatura y 30% de humedad.

Carlos y Juan trataron de conectar la electricidad de la tumba, pero en la caja eléctrica de la casa de los guardianes (“gafires”) habían cambiado nuestro enganche. Así que hubo que esperar que viniera un electricista para restablecer la conexión.

En poco tiempo, antes del descanso de las diez, el yacimiento estaba libre de plásticos y piedras. Oscar, Carlos y Juan se dedicaron a rehacer y ampliar el área de la cuadrícula del yacimiento, mientras Marga y Gemma montaban las dos jaimas.

Trabajo de gabinete

En el interior de la tumba, Montse y Curro revisaron algunos de los materiales de la campaña anterior, separando aquellos que necesitaban una nueva foto, revisando su estado de conservación, tomando algún dato que faltaba en las fichas, etc. Junto a ellos, Ana y José Manuel buscaban en las cajas y arcones los conos funerarios y los ushebtis que necesitaban fotos nuevas.

Los días cunden mucho y a las tres de la tarde estábamos cansados y con hambre. Al sentarnos a la mesa en el patio del Marsam, después de una buena ducha, cobijándonos bajo las altísimas palmeras, con los campos verdes a la vista y las espaldas de los Colosos de Memnon cambiando lentamente el dorado por el rojizo, sentimos que de verdad comenzaba de nuevo la campaña, que el ibis de Djehuty comenzaba a remontar el vuelo.

¿A dónde nos llevará esta vez?

Vida cotidiana