13 febrero 2019

Ya se está haciendo tarde. La cena ya se ha dado por terminada y aquí estoy, arriba en “El Chiringuito”, pensando qué escribir en el diario de hoy. Mi hijo me suscribió a Spotify y está sonando en el portátil una lista de canciones llamada “la buena siesta” que me pasó mi amigo Enrique. Ahora está sonando Johnny Cash con tema “One” que luego hizo famoso U2. Y es que la vida es mucho mejor vivirla con música. Es el mejor estimulante. Y los trabajadores de la excavación estarían de acuerdo conmigo, pues de vez en cuando se arrancan a cantar, casi por necesidad, ya estén metidos dentro de un pozo polvoriento o bajo un sol implacable, ya tengan los mofletes hinchados de deseos o tajados por los reveses del tiempo y del esfuerzo poco agradecido. Qué tiene la música que es capaz de unir y hacer sonreir a todos a la vez y levantar los espíritus más lánguidos. A todos los que trabajan cantando y nos alegran el día a los demás, ¡gracias!

José Miguel, tras descender más seis metros, ha sacado a la luz el dintel de la entrada a la cámara funeraria. Metiendo la linterna por el espacio que ahora queda libre se puede ver que tiene unas dimensiones mayores de lo habitual y que las paredes y el techo están perfectamente talladas y pulidas. El derrubio llega casi hasta el techo, removido y empujado dentro por los saqueadores. Queda por ver qué pueden haberse dejado por el camino. Por de pronto, a la entrada salió un buen fragmento de un lino con una capa de estuco y un texto escrito entinta negra y jeroglífico cursivo, probablemente parte de un Libro de la Salida al Día de la dinastía XVII o comienzos de la XVIII.

Por su parte, Angie sigue excavando con Ibrahím uno de los pozos que se abría junto al jardín. Ya están dentro de la cámara sepulcral, que tienen un agujero que comunica con otro pozo vecino, testimonio del modo de operar de los ladrones, que buscaban conectar unas cámaras sepulcrales con otras para ahorrarse el excavar los pozos y evitar ser vistos por los vigilantes dela necrópolis. Aún así, el terreno que rellena parte de la cámara es bastante limpio y sólo aparece cerámica y algún pequeño objeto de época antigua, lo que hace que todavía tengamos esperanzas de encontrar algún objeto significativo de su primer propietario. Ibrahím tiene tantas ganas de darnos una alegría que parece Rafa Nadal antes de comenzar una final… Y si al final no puede ser, siempre quedará una buena canción para cantar juntos.