13 febrero 2004

Trabajo de campo

A las cinco de la mañana todavía duraba el apagón de ayer. Nos vestimos a oscuras y salimos a encontrarnos con Alí a la puerta del Marsam. Viniendo para aquí desde su casa se le había estropeado el coche y ha tenido que cruzar el Nilo en ferry y cogerse un taxi. Como el ferry iba a tardar en salir, le ha pagó 10 libras al capitán para que soltara amarras al momento y, así, no hacernos esperar.

Carlos, Ana, José Miguel y yo nos subimos al taxi y nos reunimos con el capitán Iahia y su equipo de ocho hombres en la explanada que hay en frente de la excavación, al otro lado de la carretera. Con los primeros rayos de sol, el globo se empezaba a hincharse; un globo precioso, con el rostro de la máscara de Tutankamon pintado y unos colores muy vivos. La cesta de mimbre no era muy grande, pero suficiente para el capitán, su ayudante y los cinco pasajeros que éramos, pues el rais Alí Farouk le echó arrestos y se animó a subir con nosotros.

Antes de iniciar el vuelo, el capitán Iahia soltó unos cuantos globos pequeños para conocer la dirección y la velocidad del viento a distintas alturas. La luz y el viento pronosticaban un viaje muy fructífero. Carlos lleva la cámara de película, Ana se encargaría de las diapositivas, José Miguel llevaba consigo la digital y a mí me tocó el video.

Trabajo de gabinete

El globo se eleva suavemente, sin darte cuenta. Sólo el rugido de los escapes controlados de gas y la enorme llamarada que se eleva por dentro del globo marcan el ritmo de ascenso. El capitán Iahia dirigió con habilidad el globo y nos fuimos aproximando lentamente a la excavación. Ganamos altura y divisamos el yacimiento casi desde una posición cenital. Los patios de las tumbas se veían estupendamente y poco a poco la colina de Dra Abu el-Naga y el poblado fueron colocándose en un contexto fantástico. Desde arriba se aprecian perfectamente las entradas a otras muchas tumbas excavadas en la colina rocosa y los lugares en el suelo donde ciertamente hay pozos de enterramientos.

Seguimos el vuelo y divisamos el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari. Luego nos dirigimos hacia el Rameseum. Tomamos tierra a la media hora. Deshinchamos el globo y volvimos al punto de partida. Realizaríamos el vuelo una segunda vez para que no se nos quedase ningún detalle sin fotografiar o filmar.

En el segundo vuelo la luz había cambiado, era mucho más intensa, y la dirección del viento no nos permitiría esta vez acercarnos tanto a la excavación. Aún así, el vuelo fue fantástico. Acabamos sobrevolando los campos verdes de cultivo, literalmente navegando sobre las cañas de azúcar, y aterrizando junto a los Colosos de Memnon.

Hoy era viernes y 13, pero nosotros no somos norteamericanos. Todo ha salido perfecto. Un viaje difícil de olvidar. La documentación, sin duda, nos será de gran valor. El año que viene tendremos que repetirlo. Prometido.

Vida cotidiana