El día doce salimos los primeros doce miembros del Proyecto Djehuty, cargados de ilusiones y esperanzas. Viajamos con treinta y un bultos, que facturamos sin problema gracias a la gentileza de EgyptAir. Tampoco tuvimos contratiempos en la aduana al llegar Luxor, salvo que nos abrieron unas cuantas cajas, más por curiosidad que otra cosa. El rais Ali nos estaba esperando a la salida con un microbús listo para llevarnos al Marsam. El viaje siempre se hace muy largo, pues aunque el aeropuerto está cerca de la ciudad, para cruzar a la orilla occidental hay que usar un puente que está a unos cinco kilómetros más al sur. A pesar de que eran ya las dos de la mañana, Klaus, el gerente del hotel, nos estaba esperando con una cena ligera y una Stella bien fría, perfecta para brindar por una buena campaña, ya la número catorce.
A la mañana siguiente, ya día trece, el equipo se quedó en el Marsam organizando todo el material que habíamos traído y poniendo en orden la sala de trabajo. Mientras, el mudir cruzó con Alí a Luxor para obtener las firmas necesarias para comenzar la excavación, para luego volver a la orilla occidental a rematar la faena. Pero aquí pinchamos, pues el encargado de proporcionarnos la llave de las tumbas no estaba y nos quedamos con las ganas de tomar un primer contacto con el yacimiento. Al menos dejamos los papeles ya listos para arrancar al día siguiente a primera hora, y conocimos a la Inspectora del Servicio de Antigüedades que nos acompañará en esta campaña. Se llama Heba, una mujer joven, que da la impresión de ser seria y responsable.