Hoy lunes, trece de enero, comienza la decimotercera campaña. Y este año, dos mil catorce, salimos desde Madrid los primeros catorce del grupo. Y esto viene al caso como ambientación, porque a los antiguos egipcios les encantaban los números, contabilizarlo todo, hacer tablas “Excel” en papiros… Intentamos, como otros años antes, mandar el material de restauración vía cargo, pero en el último momento nos informaron que la regulación había cambiado en Egipto y ahora pedían permiso de importación, así que decidimos retirar las treinta y cinco cajas de la zona de cargo de Barajas, repartir algo más el peso entre ellas y abusar de la generosidad de Egyptair. La compañía aérea egipcia siempre se ha portado fenomenal con nosotros, permitiéndonos algo de sobre peso, pero esta vez sí que pusimos a prueba su amistad. Una vez superado el obstáculo de la facturación, la siguiente prueba era el paso por la aduana en el aeropuerto de Luxor. El problema acabó solucionándose casi mejor que nunca, gracias a los contactos del rais Alí, cuyos tentáculos llegan hasta cualquier rincón de Egipto.
Llegamos al hotel sobre las dos de la mañana. Klaus, el gerente del hotel, nos había preparado una cena ligera, que aprovechamos para brindar por la nueva campaña. Salvo el cocinero Mohamed, que ha sido sustituido por quien fuera el cocinero en las primeras campañas, Abdel Naser, los chicos del hotel estaban todos esperándonos con una gran sonrisa: Hani, Ahmed y Mohamed Hamdaka. Durante nuestra ausencia, el patio del Marsam había experimentado un maquillaje bastante resultón, dándole un toque algo más “arabesco”, con lámparas de ambiente y celosías de madera. Salvo el viaje había salido rodado, esperemos que esto sea un buen presagio para el resto de la campaña. Pero, por suerte, nada está escrito, y sólo el tiempo lo dirá.