Ayer nos acabamos acostando tarde, montando y arreglando los cuartos, preparando la ropa y el material, y sabiendo que hoy nos podríamos levantar algo más tarde de lo normal, pues hoy tocaba enfrentarse con la burocracia y los despachos no empiezan a funcionar hasta las 10 de la mañana. Desayunamos en el patio a las 8, disfrutando de una mañana muy apacible, hasta algo calurosa. El rais Alí pasó a recoger al mudir y juntos cruzaron el río para llegar hasta el despacho del jefe del Servicio de Antigüedades en Luxor, Mohamed Asm. Allí descubrimos que el inspector que ayer nos habían asignado en El Cairo, una mujer, ya estaba trabajando con otra misión arqueológica, lo que suponía un importante frenazo a la tramitación de los permisos.
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Desayuno en el patio del Marsam.
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Juan hace pruebas de un programa de fotogrametría.
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El equipo llega al yacimiento.
Para solucionar el problema tuvimos que cruzar de regreso el Nilo y dirigirnos al “taftish”, a la oficina de Antigüedades del West Bank. Como no estaba su director, fue el segundo de abordo quien tuvo que hacer las llamadas a El Cairo para buscarnos un nuevo inspector. Tras un par de horas de espera, por fin nos comunicaron el nombre del nuevo inspector, Hekmat El-arabi Mahmoud, otra mujer, vinculada al templo de Luxor. Es la primera vez que vamos a trabajar con una mujer como inspectora. El rais Alí trabajó con ella hace unos años y sólo tiene buenas palabras para ella. Es joven y de gesto amable y simpático.
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Carlos Cabrera dentro de la cata que excavamos el año pasado en el patio de Djehuty.
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Talat desmonta el muro de piedra que levantamos delante de la puerta de entrada a la tumba de Djehuty.
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La inspectora, Hekmat El-arabi, redacta el informe de la apertura de la tumba.
Cuando por fin la inspectora llegó al taftish del West Bank eran ya casi la una de la tarde y nuestras esperanzas de abrir hoy la tumba se habían desvanecido casi por completo. Nuestra suerte dio un vuelco y rápidamente convencimos a un segundo inspector para que nos acompañara, conseguimos las llaves, y nos marchamos volando en coche hacia Dra Abu el-Naga. Por el camino recogimos al resto del grupo y a un par de trabajadores, y en cinco minutos estábamos frente a la tumba de Djehuty.
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El sello con el que cerramos la puerta el último día del año pasado.
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El ataúd de Iqer quedó así envuelto y protegido la campaña pasada.
En este año que ha transcurrido desde la pasada campaña han demolido más casas de la montaña tebana y, particularmente, de la mitad sur de la colina de Dra Abu el-Naga. Nuestro yacimiento apenas ha sufrido el paso del tiempo, apenas tiene basura (el no tener ya el poblado como vecino no cabe duda de que influye mucho). Rompimos el sello y abrimos el candado de la cancela de hierro en presencia de los dos inspectores y del jefe de los guardas (“gafires”) de la zona. Entramos uno de tras de otro, iluminados por linternas, para comprobar que dentro todo seguía como lo habíamos dejado. Mientras se redactaba el informe de la apertura oficial de la campaña, tuvimos ocasión de pasear las luces por las paredes de las tumbas y acariciar y dar vida a las figuras en relieve que las decoran.