A las cuatro y media de la mañana, desayunando en el patio del Marsam, el termómetro ya marcaba 31 grados, y a las nueve, en el descanso de media mañana, dejó de marcar porque ya superaba los 45 grados en la jaima de restauración. Nos quedan un par de días calurosos y luego empezará a bajar, incluso bajaremos de los 40. A ver si vamos a coger frío… En la zona que excava José Miguel con Salem, en la cuadrícula 2-G, hace unos días fueron sacando a la luz un “dakka”, es decir, un suelo formado por tierra endurecida por la presencia del agua y cierta presión. Debajo de ese suelo, fueron apareciendo adobes y algún bloque grande de piedra caliza. Hoy ya se veía con claridad que se trata de un muro de adobe de medio metro de anchura. Todavía no sabemos si se trata de una nueva capilla de ofrendas, o si pudiera formar parte del muro lateral del patio de entrada a una tumba tallada en la roca. En unos días estaremos en mejores condiciones de argumentar una hipótesis, en cuanto bajemos un poco más o abramos la excavación a la cuadrícula contigua.
El nivel parece bastante más alto que el de la capilla que excavaron hace un par de años el mismo José Miguel con Laura, en la cuadrícula 1-D. Pero es que los pozos funerarios a la derecha del patio de entrada a la tumba de Djehuty están unos dos metros más altos que los situados al otro lado del patio, que los del Sector 10, y los que están justo delante, los del Sector 11. Así, sea lo que sea y pase lo que pase, será interesante observar cómo se resuelve la diferencia de altura entre una zona y otra. Tal vez entendamos mejor cómo era la entrada al patio de Djehuty y, por tanto, cómo se adaptó éste a los pozos y capillas de ofrendas ya existentes en la zona.
A media mañana, David ha bajado al pozo con Ibrahim, para levantar y sacar las dos grandes jarras a la entrada de la cámara sepulcral, y los tablones de ataúd que permanecían atravesados por dentro de la entrada. Al levantar las jarras, han descubierto cuentas de collar globulares de lapislá, algunas de ellas todavía engarzadas con una cuerdecilla. Esto nos va a dar una pista de cómo pudieron ser los collares cuyas cuentas encontramos sueltas, sin conexión, caídas sobre el suelo de la cámara sepulcral. El tablón tiene escrito en la mitad de su cara externa el nombre de la diosa Isis. Así, puede deducirse que el tablón formó parte del extremo de los pies de un ataúd rectangular. Según la mitología, su hermana Neftis se colocó junto a la cabeza del dios Osiris, circunstancia que trata de reproducir la decoración de los ataúdes. El nombre de Isis está escrito en una columna, con mucho esmero, por lo que el ataúd debió ser de gran calidad. La anchura del tablón es mayor que la anchura del ataúd cuya base todavía permanece in situ en el centro de la cámara. Ello quiere decir que perteneció a otro ataúd. Si bien el de la base sobre el suelo, por su anchura, puede datarse en la dinastía XII, el tablón, por el estilo de los jeroglíficos, puede fecharse en la dinastía XVII, un dato más sobre la reutilización del pozo casi cuatrocientos años después de lo ocupara su primer propietario.