12 febrero 2019

Durante la dinastía XVII, entre el 1600 y el 1500 a. C., se tallaban pequeñas figurillas de madera en forma de momia humana. La talla era muy tosca porque luego se envolvían en lino y se depositaban dentro de un ataúd de madera o de barro. Este tipo de figurillas se incluyen dentro de la evolución de los denominados “shabtis”, aunque realmente son como réplicas o maquetas que reproducen la momia del difunto. Como las tumbas de la dinastía XVII que se conocen en Tebas/Luxor están ubicadas en la colina de Dra Abu el-Naga, se asocian también con nuestra zona. Ya en años anteriores habíamos encontrado media docena en torno a una capilla de adobe, con el nombre de Ahmose escrito en todas ellas. En esta campaña Laura lleva ya otra media docena, que también han ido saliendo todas ellas junto a una estructura de adobe, que probablemente sea una capilla de ofrendas. Así, poco a poco, vamos contribuyendo al conocimiento de la dinastía XVII y de la necrópolis de Dra Abu el-Naga. Mañana, cuando Pía limpie los shabtis, esperamos poder leer mejor el texto escrito sobre ellas en tinta negra y en hierático.

Maite, junto con Rifai y Mohamed, ha acabado de poner mortero en los agujeros de las paredes de la tumba de Hery. Para terminar de adecentar la apariencia de la tumba, han sacado las esteras y se han puesto a cepillar el suelo. Al poco tiempo, retirada la capa de tierra y polvo, han salido a la luz fragmentos de cerámica incrustados en el suelo. Al levantarlos, tenían restos de quemado por la parte de dentro. Las ceramistas la dataron en el Tercer Periodo Intermedio, es decir, unos 500 años después de Hery. La sorpresa fue cuando dimos la vuelta a uno de los fragmentos y resultó ser un trozo de la pared, con el lado hacia abajo tallado, que resultó ser parte del friso-heker que enmarca por arriba el panel decorativo. Y ¡zas! Encontramos el sitio de donde venía y encajaba perfectamente. ¡Bingo! Hay sonrisas que no tienen precio y la de Maite en ese momento era de oreja a oreja. Rifai y Mohamed se pusieron también contentos y empezaron a reírse. Pero es que a los pocos minutos, descubrimos otros dos fragmentos y, de inmediato, fuimos capaces de hallarles su ubicación en la pared izquierda. ¡Triplete! ¡Qué barbaridad! Con la de veces que habríamos pasado y pisado por ahí. Nos intercambiamos risas y miradas de incredulidad, y seguimos limpiando el suelo… En Egipto siempre pasa lo más insospechado. Aquí todo es posible.