12 febrero 2016

Hoy tocaba excursión, pero Pía, Carlos y Joan han preferido quedarse relajadamente en el Marsam y aprovechar la mañana para ir a pintar acuarelas por los campos de cultivo en frente del templo de Medinet Habu. Hacía un día espléndido. El resto del grupo hemos madrugado y a las siete salíamos acompañados por Alí hacia el sur, rumbo a Elkab, a hora y media de viaje desde Luxor. Elkab es la necrópolis de la ancestral ciudad de Nejen, residencia de la diosa Nejbet. Visitamos con toda la tranquilidad las tumbas de Reneni, de Ahmose hijo de Ebana y de su nieto Paheri. Las tres son un tesoro de información sobre los comienzos de la dinastía XVIII y, por tanto, del imperio egipcio, tanto desde el punto de vista político, social y económico, como desde el punto de vista religioso y funerario. La biografía del almirante Ahmose narra la conquista de Avaris y la expulsión y persecución de los hicsos. En esa campaña muy probablemente tomó parte uno de los hermanos de Hery. En realidad no fue él quien relata sus gestas militares, sino su nieto Paheri, quien debió ser un escriba fuera de serie, y así se hace representar en su tumba, escribiendo y acompañado por asistentes que le llevan la paleta de escriba y el estuche de papiros. Desde el punto de vista estilístico la que tienen más elementos en común con la decoración de la tumba de Hery es la de Reneni, poco conocida, pero fundamental para obtener una instantánea de esa época tan importante de la historia de Egipto.

De las tumbas nos marchamos a ver el pequeño santuario que levantó cerca de allí Amenhotep III en honor a la diosa del lugar, y en el que se asocia a Tutmosis III. Entre el templo principal de la ciudad y este pequeño templete se llevaba a cabo una procesión, seguida por numerosos feligreses que, además, dejaron testimonio de su presencia en forma de grafiti e inscripciones rupestres. En total más de quinientos a lo largo de varios siglos. El lugar más venerado, al parecer, es una gran roca conocida como “la roca de los buitres”. Desde arriba la vista es espectacular y se puede entender mejor el paisaje sagrado de la región.

Decidimos no parar a comer y, antes de que fuera demasiado tarde, marcharnos rápidamente a visitar el templo de Edfu, de época Ptolemaica. Es un templo enorme, muy bien conservado y con detalles interesantísimos. Por ejemplo, conserva el edificio de una de las pocas bibliotecas del antiguo Egipto, así identificada por una inscripción en el dintel de la sala. Las escenas de fundación del templo son muy ilustrativas, así como las que describen el triunfo de Horus sobre el caos, encarnado en un hipopótamo. Un broche excepcional para un día muy intenso.