12 enero 2009

Dicen que año de nieves año de bienes. Si eso fuera cierto para la arqueología, no cabe duda que los augurios no podrían ser mejores, pues nos despedimos de la meseta castellana dejándola cubierta con un inusual manto blanco y gélido. José Manuel, el “mudir”, había viajado a El Cairo un día antes, el domingo, para firmar el contrato de la campaña del 2009 y recoger los permisos en las oficinas del Consejo Supremo de Antigüedades en Zamalek. Luego pasó a saludar por la embajada española, que está a escasos cien metros, para terminar con una visita rápida al Museo antes de volver al aeropuerto.

Sobre las nueve de la noche se reunió con el resto del grupo (nueve) en el aeropuerto de Luxor, pues ellos viajaban el lunes en vuelo directo de EgyptAir Madrid–Luxor. La compañía aérea egipcia, un año más, ha tenido la deferencia de dejarnos volar a cada uno con 50 kilos de peso, lo que nos soluciona muchos problemas con el transporte de material que necesario para la excavación y restauración. Al llegar al Marsam nos estaba esperando Natasha y su gente con toda su amabilidad y una cena frugal.

¡Por fin comienza la octava campaña! Todas las ilusiones, esperanzas y expectativas, están ya facturadas rumbo a Dra Abu el-Naga. Hasta ahora hemos tenido una gran suerte y todas las campañas han tenido su guinda, hallazgos relevantes o curiosos, cuya importancia se vio incrementada por su carácter inesperado, por el efecto sorpresa. La campaña que se pone en marcha es algo distinta, pues tiene dos objetivos claros y definidos, dos guindas que sabemos al alcance de la mano y que teóricamente nos están esperando.

Por un lado excavaremos la cámara funeraria de la tumba de Djehuty que descubrimos al final de la campaña anterior, tras excavar el pozo de ocho metros de profundidad que conducía hasta ella. La cámara tiene unas dimensiones considerables y está llena de tierra y piedras casi hasta el techo. Por ello, no sabemos lo que nos vamos a encontrar cuando la excavemos. Todo parece indicar, por algunos fragmentos de cerámica visibles en superficie, que ha sido reutilizada en torno al año 1000 antes de Cristo, es decir, casi 500 años después de que se enterrara Djehuty, pero para nuestra suerte parece que se ha librado de la acción de los saqueadores del siglo XIX y XX, que son con diferencia los más devastadores y violentos.

Por otro lado, otro grupo excavará en el exterior, en el patio de entrada a la tumba de Djehuty, en la zona donde el año pasado hallamos el enterramiento intacto de Iqer, de la dinastía XI (c. 2000 a.C.). Su ataúd y su modesto equipamiento funerario se encontraban a un metro por debajo del suelo del patio de Djehuty. Cuando éste amplió su patio artificialmente, cubrió con tierra y piedras parte la necrópolis de 500 años antes y, de esta forma, involuntariamente favoreció el que llegara intacta hasta nuestros días.