12 enero 2004

Trabajo de ganinete

Un año más, el día D ha llegado. Todo está listo, o supuestamente listo, para la tercera campaña. Hay caras nuevas en el equipo. Este año seremos dieciséis personas que viajarán desde España, y en Egipto se nos unirá Mohamed el-Bialy, nuestro socio egipcio en el proyecto, y Salima Ikram, profesora de la Universidad Americana de El Cairo, que se encargará de realizar una serie de radiografías a la momia. Los nuevos fichajes del equipo español son Isabel Izquierdo y Carolina Martín, entomólogas del Museo de Ciencias Naturales, Luis Priego, restaurador, Oscar López, arqueólogo, Francisco Borrego (“Curro”) egiptólogo en formación en la Universidad Autónoma de Madrid y el fotógrafo Carlos Spottorno.

El despacho de José Manuel ha vuelto a servir de almacén del equipamiento para nuestro trabajo en Luxor. Alicia, Montse, Curro y Luis se han encargado de la mayoría de las compras del material y de su embalaje. Alquilamos una furgoneta para llevar todo desde el CSIC hasta el aeropuerto. Este lunes viajamos ocho; el que viene tres más y más adelante el resto. Facturamos en total, 45 bultos y 900 kilos de equipaje. A pesar de que EgyptAir nos hizo trato especial, tuvimos que pagar una cantidad importante de sobrepeso. Hay que decir que la embajada de Egipto nos proporcionó gratis los visados, gracias a nuestro querido amigo Mohamed Abu el-Ata, Director del Instituto Egipcio en Madrid y a Ashraf, agregado de la embajada.

El viaje transcurrió sin problemas. Sorteamos la comida, o tal vez cena, que nos ofrecieron en el avión a las cinco de la tarde. Aterrizamos en Luxor sólo con media hora de retraso, poco después de las nueve de la noche. En la puerta de entrada al edificio nos dio la bienvenida uno de los hermanos de nuestro “rais” Ali Farouk que trabaja en el aeropuerto. El equipaje llegó sano y salvo, y con diez carritos nos apañamos para recorrer los treinta metros desde la cinta hasta la especie de mostrador donde nos esperaban “los aduaneros”. Comenzó el esperado regateo para entrar en calor y adaptarnos a las formas del país. Primero había que abrir todas las maletas, luego sólo las bolsas que llevasen cosas de valor, como ordenadores portátiles. Éstos pasaron a no ser especialmente interesantes y los varios agentes que nos bombardeaban a preguntas inconexas sintieron curiosidad por una especie de vaporetta “profesional” que se usa en restauración. Gracias a dios habíamos embalado tan bien la caja que al final desistieron de abrirla. Pero entonces, “¿Qué llevan cámara de video?” “Eso si que hay que apuntarlo en uno de los pasaportes”, “¡en el del ‘mudir’!”. “Bueno, ya podéis marcharos”. Como aval, el hermano de Alí dejó su teléfono a los de la aduana por si pasaba algo con nosotros, por si hacíamos algo malo…

Pasadas las puertas del ‘Am-Duat’, nos esperaban Alí y Alá. Abrazos cariñosos para todos y para todas. A la media hora se sumó al grupo Oscar, que venía de Londres, pues está disfrutando de una beca postdoctoral en Reading (la cual ha interrumpido para venirse con nosotros). Cargamos los dos coches literalmente hasta los topes. El microbús se defendía bien, pero el coche de Alá parecía el de alguien que viniera de Kuwait (chiste egipcio contemporáneo). Y por increíble que parezca, en un control de policía le pusieron una multa por no llevar el coche en condiciones. Pero tranquilos, esa misma noche Alí movió sus contactos y, cuando volvió al puesto de policía a las dos de la mañana, consiguió que se la quitaran. Así son las cosas y así se las hemos contado…

El aspecto del Marsam Hotel, nuestra casa rural, había cambiado poco. Este año la compartiremos una vez más con el equipo belga dirigido por Roland Tefnin y, como novedad, con el equipo dirigido por el matrimonio Stadelmann. La primera semana coincidimos con el equipo italiano dirigido por Francesco Tiradritti, que excavan la tumba de Harwa en Asasif.

A las once y media de la noche nos bebimos un té de bienvenida con el dueño y nos fuimos a las habitaciones a deshacer el equipaje.