11 de febrero 2025

Zulema y María han estado trabajando con la cerámica que hallamos asociada al ataúd de la chica de 15 años dejado sobre el suelo cerca de una de las cuatro capillas de ofrendas construidas en adobe. La cerámica juega un papel muy importante para interpretar este enterramiento en superficie y para poderlo fechar con precisión. Aunque este año nos han dado permiso para hacer dataciones con C14, la cerámica nos permite precisar la datación de los contextos arqueológicos con mucha precisión, siempre y cuando se lea bien la estratigrafía. Con Javier, han montado un pequeño bodegón de vasijas de la dinastía XIII bastante significativo y diagnóstico.

 

Ana sigue descendiendo en el pozo situado detrás de la capilla grande. Los restos de paja que indicaban un uso moderno de este espacio para estabular animales, han desaparecido ya. Ahora la tierra es mucho más limpia, y comienzan a aparecer grandes bloques de piedra. Todavía es pronto para lanzar las campanas al vuelo, pero los bloques de piedra no serían fáciles de manejar por ladrones de cualquier época, incluyendo la nuestra, por lo que todo parece indicar que se libró de los saqueadores modernos.

A media mañana, estando dentro de la tumba-capilla de Djehuty, se fue la luz en la zona. En ese momento, el rayo de sol de la mañana recorre el pasillo central del monumento hasta iluminar el conjunto de estatuas del fondo, que representa a Djehuty flanqueado por sus padres. La imagen deja bien claro que la parte de arriba del monumento se concibe como una capilla rupestre que queda abierta a cualquier visitante. Es como un santuario en honor a una tríada, a la que se le hacen ofrendas y se venera. En este caso la tríada está compuesta por Djehuty y sus padres. Y la tumba propiamente dicha es el pozo, que sí que se cerraba y se espera que no entrara nadie.

 

 

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