Reanudamos el trabajo en el yacimiento con más energía si cabe. La cadena de trabajadores que formamos para limpiar la parte de arriba de la montaña impresiona bastante. Siguen retirando piedras sueltas de la superficie y despejando de basura la zona más alta del yacimiento. El trabajo es muy duro, pero al menos no aprieta demasiado el sol. Un poquito más al norte de donde ellos limpian, nosotros estamos escaneando una gran tumba de muy finales de la dinastía 18.
La entrada está bloqueada por escombros y por fuera no se ve nada más que tierra y piedras. Tras una sala transversal, se abre una gran sala con cuatro pilares en el centro y un nicho para estatuas en la pared del fondo, el cual, por supuesto, está vacío. Todas las paredes están ennegrecidas, y sólo se conserva un poco de decoración en determinados sitios. No es posible datar el monumento por la decoración, pero sí por la planta, por la sala de cuatro pilares y, sobre todo, por la presencia de un “sloping passage” o pasillo descendente que se abre en una esquina y que va girando hasta quedar por detrás del sancta sanctorum de la capilla. Al final de éste, se abren varias cámaras, cuyo suelo está hoy cubierto con piedras de mediano tamaño. El ambiente dentro de la tumba es tétrico a más no poder.
Hoy ha llegado el equipo de geólogos, formado por Teresa, Sole y Sergio. Su principal objetivo es continuar analizando las huellas de lluvias en nuestro yacimiento, sobre todo con la idea de poder datar los eventos más extremos. Por ahora se puede datar bien una lluvia torrencial hacia el final de la dinastía 11 y otra en la dinastía 13. Todavía queda bastante que afinar, y es importante contrastar las evidencias en distintos lugares del yacimiento.