Marisol ha seguido hoy “mimando” su conjunto de mini-vasijas, tratando de recuperar todos los restos botánicos esparcidos por el suelo. Sobre todo son granos de cebada, pero pudiera haber más vegetales, ya veremos cuando Leonor y Guillem analicen la tierra recogida de la superficie del suelo. Contemplar este trozo de suelo es como contemplar un instante de hace 3.600 años, el momento en el que se dejan las vasijas sobre el suelo en una ofrenda votiva que, además de las siete mini-vasijas, se depositan dos frutos de palmera-doom y al menos tres bolas de cuero. Las bolas están rellenas de cáscara de cebada y luego cosidas, casi como las bolas de beisball. Dos de las bolas estaban unidas por un cordel, que se conserva ahora atado a una de ellas. Tal vez sea el hecho de estar rellenas de cebada lo que las convierte casi en ofrenda de alimento.
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Marisol y Hamdi rebajan unos centímetros el nivel de suelo del depósito de las mini-vasijas.
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Una de las vasijas en miniatura estaba llena de cebada.
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Pequeñas bolas de cuero rellenas de cáscara de cebada, de la dinastía 17.
Al otro lado del yacimiento, junto a la estructura de adobe que sacamos a la luz la campaña pasada, David e Ibrahim han desenterrado una vasija grande idéntica a la que descubrimos dentro de la estructura. Está estaba caída, pero se conserva entera. Dentro tienen telas de lino y por el borde churretes negros, lo que parece indicar que se utilizó como parte de un depósito de momificación. Igual que la otra vasija, esta data de la dinastía 27, del siglo VI a. C.
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Javier fotografía el levantamiento de una vasija de la dinastía 27.
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Ibrahim excava alrededor de la vasija de la dinastía 27, que formaba parte de un depósito de momificación.
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Zulema y María observan el interior de la vasija, utilizada en el proceso de momificación.
Y en la zona que supervisa Angie, en un nivel de lascas de caliza, Anter ha encontrado un ostracon figurado precioso. Se trata de un bosquejo de un rostro de hombre de perfil, trazado en tinta negra con una maestría nada común. La comisura de los labios, la nariz… son característicos de comienzos de la dinastía 18. Recuerda mucho a los ostraca que se identifican con Senenmut, especialmente uno que hoy está en el Museo Metropolitan de Nueva York.