Ayer habíamos empezado a recoger el material de restauración y excavación, haciendo listas de todo lo que teníamos para poder así saber con exactitud qué es lo que deberíamos comprar para la campaña que viene. Hoy, a primera hora, comenzamos a desmontar las jaimas y a guardar todo el material de trabajo dentro de las tumbas. Un grupo se había quedado en el Marsam para ir recogiendo y ordenando también lo que tenemos almacenado en el Marsam, sobre todo material de papelería y cosas de restauración que preferimos no tener en grandes cantidades en el yacimiento. Mientas tanto, Pito hacía las últimas fotos programadas, agotando así hasta el último minuto. A media mañana el yacimiento estaba limpio y las puertas de hierro de las tumbas cerradas con candado y selladas, y luego tapiadas con un muro de piedra y cemento hasta media altura. Este año quedó todo mejor recogido y ordenado que ninguna otra campaña, y el trámite de cierre de la campaña discurrió paradójicamente más ágil que en veces anteriores.
El mudir pagó a los últimos trabajadores que nos acompañaron hasta el final. La propina este año fue mayor de lo habitual, pero no llegaría a compensar los días que perderían de trabajo. En Luxor, debido al intenso calor del verano, los trabajos de arqueología se concentran en los seis meses de otoño e invierno, y con lo ganado los trabajadores han de subsistir en gran medida el resto del año, por lo que perder tres semanas de trabajo suponía un duro golpe para sus ya castigadas economías domésticas. Y, además, los turistas también se estaban retirando, y quién sabe cuando volverían. Si las protestas de estos días estaban en gran medida motivadas por la carestía de la vida, para muchos asfixiante, ahora sus fuentes de ingresos se verían drásticamente reducidas. Todos éramos plenamente conscientes de la situación tan delicada en la que dejábamos a nuestros amigos y compañeros de excavación. Así, con rostros de preocupación y tristeza, nos fuimos despidiendo unos de otros, hasta el año próximo.
Ainoha había conseguido sacarnos ocho billetes de avión para un vuelo de EasyJet Luxor-Londres para mañana miércoles por la tarde. Pero éramos diez, por lo que María José y Parra se marcharon por la mañana temprano al aeropuerto a ver si encontraban un par de billetes. Pero hoy ya no se permitía a nadie entrar sin estar en posesión de un billete de avión para algún vuelo del día, por lo que se quedaron en la puerta, esperando a que algo sucediera. Alá aprieta pero no ahoga, y por fortuna los belgas sí que consiguieron entrar en el aeropuerto, y acabaron consiguiendo billetes para un vuelo por la tarde a Roma. Ellos tenían cinco asientos en el vuelo de EasyJet de mañana a Londres, por lo que en el momento en que embarcaban hacia Italia nos pasaron los localizadores y pudimos tramitar el cambio de nombre de dos de los billetes para los que estábamos hasta entonces todavía sin nada. María José y Parra se volvieron entonces al Marsam y allí se reunieron con el equipo.
Comimos todos juntos en el patio por última vez este año. Nos acompañaron el rais Alí, la Inspectora Hekmat y Kamal. El hotel se iba vaciando y los chicos que nos atienden en las comidas no podían ocultar su tristeza: Mohamed Hamdaka, Hani, Ahmed, Yusef, el cocinero Mohamed y sus dos pinches… Natasha y Sayed, que tanto habían insistido que todo el jaleo pasaría pronto, no podían ocultar su decepción. Y nosotros tampoco. Pero nos quedaba a todos el consuelo del pleno convencimiento de que la campaña que viene seguro que sería fenomenal. La mejor. Y en todos los sentidos. Volveremos a jugar un partido de futbol Egipto-España y esperamos volverlo a ganar, subiremos otra vez el pico de el-Qurn para contemplar las magníficas vistas del valle, visitaremos Dendera (estaba programado para este año), excavaremos el pozo funerario de Hery y terminaremos de excavar su cámara más interna, y la vecina tumba de Baki, y seguiremos descendiendo en el “sector 10”, donde seguro nos espera más de una sorpresa. La restauración tendrá su campaña más brillante, al igual que la fotografía y la epigrafía. Y pasaremos juntos ratos inolvidables, que, por supuesto, compartiremos con todos vosotros. “Sana gaya en-sha-ala”.