Este viernes hemos organizado con el rais Alí un viaje al Wadi Hammamat. Ha resultado ser una jornada inolvidable. Wadi Hammamat es el cauce de un río seco o torrente que une el valle del Nilo con el Mar Rojo. Los antiguos egipcios lo utilizaban como vía de comunicación, entre la ciudad de Qift (antigua Coptos), con el puerto de Quseir. Además, a mitad de camino, un zona de unos tres kilómetros se utilizó intensamente desde los comienzos de la historia de Egipto hasta época romana como cantera de esquistos, un tipo de piedra metamórfica entre las que se encuentran las pizarras y grauvacas. En este área, muchos de los egipcios que fueron enviados aquí por el faraón para extraer bloques de piedra dejaron constancia de su presencia grabando inscripciones testimoniales. El conjunto lo componen casi medio centenar de inscripciones, por lo que este lugar es una importante fuente de información histórica desde todos los puntos de vista, desde el económico y social, pasando por el político y alcanzando el religioso.
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Wadi Hamammat.
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Haciendo el cabra para buscar grafitis.
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Inscripciones rupestres.
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Parra por los suelos.
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Alí posa ante unos grafitis.
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Andrés encuadra una inscripción.
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Esperando visita.
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Chiringuito en el desierto.
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Hospitalidad beduina.
Al final de la jornada, como personajes de una película de Fellini, acabamos comiendo en una pequeña hacienda en medio del desierto. El menú era “foul” (judías pintas), “mish” (una salsa de queso agrio que supuestamente tiene propiedades afrodisiacas) y té. Menos mal que nosotros llevábamos algo de embutido y queso.