08 febrero 2024

La actividad principal en el yacimiento se concentra arriba de la colina, donde casi la totalidad de los trabajadores contratados están dedicados a retirar las piedras acumuladas en la superficie de la ladera. Este nuevo frente pensamos que es prometedor, pero habrá que esperar hasta llegar a niveles mucho más bajos. Por ahora, el trabajo consiste en retirar las piedras sueltas y las acumulaciones de basura, principalmente acumulaciones de paja para animales, por lo que podemos ubicar aquí más trabajadores e ir más rápido.

Junto a esta zona, se encuentran los restos de la última casa del poblado de Dra Abu el-Naga, donde Ana y Emilio se han montado un pequeño despacho desde donde controlar la excavación de la ladera y, a la vez, ir organizando la documentación topográfica de la zona. Detrás de la casa, en el interior de la colina, Bea, Juan y yo escaneamos las tumbas y galerías que se abrieron hacia adentro y que están interconectadas, formando un auténtico laberinto. En una de esas tumbas, Miguel Ángel está limpiando los restos de la pintura que en su día decoró sus paredes. La limpieza va avanzando y las dos figuras de la escena cada vez se ven mejor, rodeadas del ahumado negruzco que las resalta.

Al pie de la colina, el escenario es bien distinto, pues Laura está sumergida en su pozo, acompañada de Saidi, y todo es parsimonia, tranquilidad y minuciosidad. Al fondo del pozo se conservan testigos de lluvias que acaecieron en esta zona, en torno al año 1520 a. C. La tierra está apelmazada y los adobes están incrustados en el terreno y con sales en superficie. Uno puede deducir o imaginarse que en época antigua llovía algo más que ahora y que se producían lluvias torrenciales ocasionalmente, pero se trata de hallar las evidencias que lo confirmen.