06 febrero 2024

Hace ya algunos años, excavando un pozo funerario de la dinastía 17 nos acabamos colando dentro de una tumba muy grande de la dinastía 12, la cual había sido reutilizada en la dinastía 17 para depositar casi un centenar de individuos, la mayoría envueltos en lino y amortajados, pero sin ataúd. Este año, con el propósito de publicar todas las evidencias del Reino Medio del yacimiento, decidimos volver a entrar en la tumba para hacer un informe más detallado. Primero entraron Zulema y María para revisar la cerámica en superficie. Varias de las jarras están completas, y casi todas datan del Segundo Periodo Intermedio. Solo identificaron un fragmento de época de Hatshepsut–Tutmosis III, todo lo demás es anterior, lo que sirve para fechar al conjunto de individuos aquí depositados en una horquilla temporal muy concreta.

Luego entró Jesús, para hacer una estimación del “número mínimo de individuos” aquí enterrados y obtener una primera impresión sobre sus edades y género. Como ninguno de ellos había entrado en esta tumba antes, los tres estaban muy impresionados y no paraban de expresar lo grande que es la tumba y la enorme cantidad de huesos y cerámica amontonados sobre el suelo.

La tumba la excavaremos, en principio, cuando saquemos a la luz la puerta de entrada, pues excavarla a través del pozo que conecta con ella a mitad del pasillo no parece muy adecuado. Además, en vista de la gran cantidad de material en superficie, antes de excavar tenemos que tener bien claro cómo vamos a gestionar y a almacenar los huesos y cerámicas. En ocasiones el exceso de material se vuelve contra ti y te complica la excavación e investigación. Lo mismo nos pasó con las cámaras sepulcrales del pozo de Hery, que están llenas de momias de animales, sobre todo ibis y halcones. Excavamos y analizamos parte de ellas, pero renunciamos a procesarlo todo y sólo nos ocupamos de una muestra representativa, dejando el resto sin tocar, en su sitio.