Mientras gran parte de España amanecía cubierta con un manto blanco de nieve, nosotros en Luxor hemos sentido que el invierno se había acabado definitivamente, pues el calor ha apretado con intensidad durante toda la jornada. A primera hora de la mañana hemos terminado de preparar el patio con el jardín para una sesión fotográfica. Pito ha echado mano de su pértiga y, asistido por Kristian, ha tomado fotos desde todos los ángulos con la idea de poder luego realizar una fotogrametría. La pértiga permite tomar fotos cenitales casi como si tuviéramos un drome. En la punta lleva un estabilizador para que la cámara pueda bascular y consiga, después de balancearse con el movimiento, recuperar el ángulo perpendicular al suelo. A la entrada de la tumba, una vasija y un pequeño platito reposan sobre un suelo de mortero que une el cerramiento de ésta con el jardín. El suelo conserva las huellas de los trabajadores de aquel entonces.
En la tumba de Carlos, se ha seguido sacando telas de lino de excepcional calidad, con una pequeña inscripción en una esquina. La mayor parte de ellas, o bien son las denominadas marcas de lavandería, o bien identifican al propietario con su nombre y título y añaden una referencia al año de confección de la tela, por desgracia sin explicitar el nombre del rey al que se refiere la datación. En el exterior, Jose Miguel ha encontrado la parte de arriba de un shabti de fayenza banco con policromía, conservando el comienzo de la inscripción, refiriéndose al mayordomo de Amón, Tutuya. La elaboración de la figurilla es de enrome calidad.
Joan se ha encargado hoy de supervisar el recrecimiento de la fachada de la tumba de Djehuty. Para ello, compramos medio centenar de bloques de piedra caliza, que hemos tallado con dimensiones parecidas a los bloques originales. Para que lo moderno no sea demasiado intrusivo, vamos a empezar a reconstruir todas las hileras que tuvo la estructura original y que se conservan en una esquina. Y hablando de respetar lo antiguo por encima de lo moderno, hoy Alí ha organizado la retirada de una enorme piedra de la zona de excavación, recurriendo la método tradicional faraónico, con pilares de madera, rodillos y un montón de hombres tirando de una soga. A pesar de lo rústico del sistema ha funcionado a la perfección y en cuestión de media hora la piedra estaba ya fuera. Verdaderamente admirable. Con los métodos y tecnologías modernas se hubiera tardado mucho más. Da qué pensar.