Para este viernes hemos conseguido permiso de la policía y del jefe de antigüedades del West Bank para subir la montaña de el-Qurn. La excursión por la montaña la intentamos hacer todos los años, pero cada vez es más difícil y hay que pedir más permisos. Pasamos por delante del templo de Medinet Habu y del monasterio copto, y en la casa francesa (donde vive el egiptólogo del CNRS Christian Leblanc) se nos unieron dos guardias (“gafires”) para guiarnos en la marcha. Dejamos la camioneta al pie de la colina y comenzamos a andar hacia el farallón rocoso. Subimos entre dos chimeneas y alcanzamos la primera plataforma. Manteniendo la altura, a media ladera, comenzamos a adentrarnos en el wadi que los locales conocen como Wadi Zeit. El paisaje es espectacular, es como andar por Marte. La colina es un pedregal de silex y rocas de mediano tamaño que suenan a metal cuando golpeas unas con otras. Desde esa altura se ven otros wadis y la vista se acaba perdiendo en un horizonte neblinoso como de la película de Lawrence de Arabia.
Al final del wadi se encuentra la tumba que se hizo Hatshepsut cuando era reina consorte de Tutmosis II (se construye una nueva tumba en el Valle de los Reyes tras coronarse rey del Alto y del Bajo Egipto). Una ubicación tan peculiar para la tumba parece que buscaba que ésta fuera inaccesible, apartada de la gente y dentro de la montaña, que pretendía ser la entrada a occidente, al más allá. Hatshepsut es original hasta en la ubicación de su tumba, pues fue ella también quien inaugura el Valle de los reyes.
La entrada a la tumba es un estrecho agujero en mitad del cortado rocoso. Desde abajo no se alcanza y su entrada natural es descolgándose desde arriba. Cerca de la tumba hay un graffiti de Howard Carter, Dentro se halló un sarcófago, el cual fue trasladado al Museo de El Cairo. El lugar tiene una magia especial, que te atrapa en seguida. Todos estábamos embelesados.
Después de sacar mil fotos, continuamos la marcha hacia el pico de el-Qurn. La subida fue durilla por el pedregal de la colina, pero al menos no hacía demasiado calor. Al alcanzar la cima, la bruma arenosa de la mañana se había disipado y, gracias a un viento considerable, la claridad era ahora total. El contraste del verde del valle fértil con el amarillo de la arena del desierto se ve brutal desde arriba. El Nilo tenía ahora un azul intenso y se podía ver con nitidez la curva que hace el río más al norte. De nuevo, nos quedamos embelesados admirando el paisaje y sacándonos fotos. Hasta los gafires que nos acompañaban se sacaban fotos. Tutu, que nos acompañó en la excursión yendo de atrás a delante y de delante a atrás, pastoreándonos, parece que también supo disfrutar de las vistas. Al fin y al cabo, no todos los días se tiene a tus pies a los templos funerarios de Amenhotep III, Ramsés II y Ramsés III. La excursión salió más que redonda.