Hoy se han unido al equipo tres nuevos miembros. Miguel Ángel tiene como principal cometido la restauración de las paredes de la tumba de Hery. Para ganar tiempo, Lucía ha estado preparándole los bloques que ya sabemos donde deben ir ubicados. Algunos de ellos son bastante grandes y pesados, y requerirán trabajo extra para sujetarlos en su sitio exacto. Por otro lado, los geólogos Sole y Sergio estudiarán detalladamente la roca en la que se talló la tumba y los distintos morteros que se utilizaron para rellenar grietas o empotrar bloques de mampostería. Entre todos buscaremos indicios que nos permitan identificar distintas fases de construcción, pues intuimos que lo que ahora vemos es el resultado de alteraciones en distintas épocas, lo que explica que su planta y diseño sean tan peculiares.
La excavación sigue su ritmo en todos los frentes. David está excavando el interior de una tumba de la dinastía XVIII, cuyo patio de entrada ya excavó el año pasado. La tumba tiene parte del techo de la entrada colapsado y su interior está colmatado de escombro. Aún así, ha podido excavar casi toda la sala transversal. En el extremo derecho ha salido a la luz una momia relativamente bien conservada, a pesar de haber perdido la cabeza(!), y en una de sus paredes ya queda bien a la vista la entrada a un anexo que se debió abrir en alguna época posterior. El objetivo de David es estudiar las evidencias de reutilizaciones sucesivas y saqueos.
La construcción del techo del nuevo cierre para la tumba de Djehuty ha pasado hoy su fase más crítica. Nacho ha trabajado sin descanso desde las seis y media hasta las cuatro. Desde luego, nos hemos embarcado en un gran lio y en una gran responsabilidad, y casi se hizo inevitable el pensar si merecía la pena tanto esfuerzo, pues realmente nos hemos excedido de nuestro cometido. Y la respuesta es claramente afirmativa, pues es nuestra forma de compensarle a Djehuty por todo lo que él nos ha ofrecido, por todo lo que gracias a él hemos aprendido del antiguo Egipto y también del Egipto actual. Se lo debemos, honrar su nombre y devolverle a su monumento el esplendor que en su día tuvo. En realidad lo hacemos por él y por nosotros, es lo que sentimos que tenemos que hacer, no hay opción; las cosas, si se hacen se hacen bien y hasta el final. Y todo parece apuntar a que va a quedar sensacional. Crucemos los dedos.